La presencia del parásito puede pasar totalmente inadvertida, o por el contrario sus actuaciones pueden provocar una rápida y fatal evolución si no conseguimos su diagnostico a tiempo.

El agente causante de esta patología es Dirofilaria immitis, un parásito que puede aparecer en cualquier lugar de España. Como en el caso de la leishmaniosis, la filariosis depende de la actuación de un mosquito para la transmisión de la enfermedad.

El parásito responsable de la filariosis (o dirofilariosis) es un nemátodo que en estado adulto puede llegar a medir de 12 a 30 cm., siendo más grandes las hembras que los machos.

Su "lugar de destino" habitual es el ventrículo derecho del corazón y la arteria pulmonar.

En el caso de la Filariosis, la enfermedad puede ser diseminada por múltiples especies de mosquitos, algo que sin duda diferencia esta enfermedad de la leishmaniosis en la que el agente transmisor no es tan variable.

Los animales enfermos de filariosis tendrán circulando por su sangre las formas juveniles del parásito (microfilarias) que penetran en el organismo del mosquito tras la picadura; el parásito se desarrolla en el interior del mosquito durante unos 8 a 18 días.

Cuando un mosquito introduce parásitos (microfilarias) en su organismo, se constituye en un peligroso transmisor de la enfermedad, pues al depositarse sobre animales sanos y picarles, introducirá las filarias que durante unos días han estado desarrollándose en su interior.

Una vez dentro de nuestra mascota, los parásitos "se toman un descanso" en los músculos o en la grasa, donde se desarrollan. Al cabo de unos tres meses de "reposo", inician su viaje hacia el corazón y vasos próximos (arterias y venas).

Los efectos de la filaria en nuestro animal son debidos a la presencia de las formas adultas (12 - 30 cm.) en las arterias pulmonares, corazón, riñón e hígado. Las microfilarias, aunque son muy abundantes dentro del torrente circulatorio de la mascota enferma, tienen escasa importancia en las lesiones de esta enfermedad.

La presencia de parásitos adultos desencadena dos graves situaciones:

- Hipertensión de las arterias pulmonares.

- Fallo congestivo del lado derecho del corazón.

En primer lugar debemos recordar la existencia de animales que no presentan síntomas o presentan síntomas discretos a pesar de tener parásitos.

Los que sí manifiestan la enfermedad pueden tener alguno o la mayoría de estos síntomas: tos, dificultad al respirar, negativa al ejercicio, tos con sangre (hemoptisis), pérdida de peso, hemorragias nasales (epístasis), aumento del ritmo cardiaco (taquicardia), aumento del ritmo respiratorio (taquipnea) y finalmente fallo cardíaco.

Otros síntomas aunque poco frecuentes son: ceguera, no toleran la luz (fotofobia), bultos debajo de la piel (nódulos subcutáneos) y problemas de las glándulas salivales.

Para conseguir un claro éxito tras la aplicación de los tratamientos preventivos debemos seguir al pie de la letra las recomendaciones del veterinario y de los laboratorios.

El éxito del tratamiento dependerá de la correcta dosificación del fármaco, así como de su administración el tiempo que sea necesario.

Siempre es aconsejable antes de utilizar cualquier tratamiento preventivo realizar el diagnóstico de la posible enfermedad, ya que si nuestra mascota está parasitada, deberíamos acabar con los parásitos existentes antes de administrar cualquier tratamiento preventivo.

El tratamiento no es fácil, ya que no disponemos de un fármaco que "ataque" con eficacia para todas las formas y edades del parásito, por lo que necesitaremos varios fármacos para que el tratamiento tenga éxito.

Además deberemos conocer perfectamente el estado real de nuestro animal antes de proceder al tratamiento; si el estado de nuestra mascota no es el adecuado, deberemos tratarlo previamente, con el fin de que su organismo se ponga en condiciones suficientes para resistir los "ataques" de uno y otro lado.

Una vez que el animal esté en correcto estado, atacaremos primero a los parásitos adultos, en segundo lugar nos dedicaremos a erradicar a las microfilarias, y cuando estemos seguros de que hemos acabado con estas formas parasitarias, aplicaremos tratamientos que eviten la nueva aparición del problema (tratamiento preventivo).

No debemos olvidar que ésta es solo una de las posibilidades de tratamiento, ya que puede variar en función del número de parásitos, de la gravedad del animal y por supuesto según el criterio del veterinario.